Arriba les mostramos, la fotografia enviada por Tony Lasala, realizada en el Monasterio de San Juan de la Peña, donde podemos ver la tumba del Conde de Aranda, Don Pedro Abarca de Bolea, que falleció en Epila, el 9 de enero del año 1798.
Esta dedicatoria la realizo su sucesor José Rafael Fadrique Fernandez de Hijar, muchos años después en el año 1855, que era el Duque de Hijar .
Pedro Pablo Abarca de Bolea, X Conde de Aranda, señor de Épila, Almonacid de la Sierra, Lucena de Jalón, Salillas de Jalón, Lumpiaque, Rueda de Jalón (vizconde), Urrea de Jalón y otros castillos y poblaciones no era un hombre agraciado; era más bien feo, bizco, con el cuello ladeado, desaliñado, tozudo…pero, sin embargo, tenía cierto atractivo con las mujeres, aunque, según parece, siempre fue fiel a sus dos esposas.
La primera de ellas fue Doña. Ana Mª del Pilar Silva Fernández de Híjar y Portocarrero, hija del VII Duque de Hijar con la que contrajo matrimonio por poderes el 19 de marzo de 1739, a la edad de19 años. Los condes tuvieron tres hijos: el mayor, Luis Augusto, que iba a ser el heredero, murió a los 16 años; su hija Ventura Mª del Pilar, no se casó y, su otra hija, Mª Ignacia del Pilar, también moriría tempranamente aunque tuvo dos hijos de su matrimonio con José Maria Pignatelli de Aragón y Gonzaga, 3er. duque de Solferino. La Sra. Condesa murió en enero de 1784, estando Pedro Pablo, que ya contaba 65 años, de embajador en la corte francesa.
Tres meses más tarde de la muerte de su esposa, el Conde, con el permiso del Rey, volvió a casarse con su bella sobrina nieta Mª Pilar Silva Fernández de Híjar y Palafox, que había nacido en 1766 y que, por tanto, tenía 17 años. El viejo Conde estaba como un chico de feliz y, la boda, celebrada en Madrid en el Oratorio de la casa de los Duques de Híjar, fue espectacular “sirviéndose un ramillete y delicado refresco para, posteriormente, pasar a la casa de D. Pedro Pablo donde se sirvió una sumptuosa cena” *.
Volvieron a París donde la presentó a toda la Corte, pero el clima no le sentó bien a la joven embajatriz y tuvo que acudir a varios balnearios franceses para curar sus problemas cutáneos.
Años más tarde, el Conde de Aranda cayó en desgracia -en otra ocasión contaré las causas- y, tras estar desterrado en Granada y Sanlúcar de Barrameda (Cádiz), se le permitió volver a su palacio de Épila en 1795. Murió el 9 de enero de 1798 de una pulmonía. Su viuda Mª Pilar quedó como heredera universal pero, al no tener descendencia, el Condado de Aranda pasó a su padre, el IX Duque de Híjar que se convirtió en el XI Conde de Aranda.
Dña Mª Pilar volvió a casarse con Francisco Fernández de Córdoba y Glimes de Brabante, 1er. duque de Alagón del que tampoco tuvo descendencia y murió en Madrid el 28 de marzo de 1835.
En la actualidad el título lo ostenta un famoso personaje de la prensa rosa, nada más ni nada menos que Cayetana FitzJames Stuart y Silva, XVIII Condesa de Aranda y XVIII Duquesa de Alba, entre otros numerosos títulos.
"Memorial literario instructivo y curioso de la corte de Madrid"