La duquesa de Alba tenía parte de sus raíces en Épila, donde su abuelo materno Alfonso de Silva y Campbell, muerto en 1930, pasaba largas temporadas al frente de sus latifundios. Por este motivo visitó la localidad dos veces, tal y como recuerda el alcalde de la localidad, Martín Llanas.
"La primera de ellas fue por allá por los años 40 o 50, cuando ella tenía unos 18 años, y causó una gran conmoción", explica el regidor. "Se bailaron jotas en su honor y fue una jornada que muchos aún recuerdan hoy en día", afirma.
La segunda vez fue ya en 1978, cuando Cayetana de Alba ya se había casado con el exjesuita Jesús Aguirre. "Durmieron en el palacio familiar y debieron de pasar mucho frío porque llevaba mucho tiempo deshabitado", asegura Martín Llanas.
De hecho, poco después de ese viaje la Casa de Alba empezó a llevarse todo el mobiliario. Aquello no fue visto con muy buenos ojos por los vecinos, pues, aunque los descendientes de Alfonso de Silva eran sus legítimos propietarios, los habitantes sienten un gran apego por todo lo que rodea al edificio.
En cualquier caso, la marcha de los muebles marcó el inicio del proceso que desembocó en la cesión gratuita del palacio a Épila, que se aceleró en 1998, cuando se abrió un expediente de ruina.
El palacio ha sido sometido estos últimos años a varias restauraciones y se encuentra "bien conservado", en palabras de Llanas, que ayer envió un pésame a los herederos de la difunta duquesa. Alberga un artesonado mudéjar que está declarado Patrimonio de la Humanidad.
El plan del ayuntamiento es construir una residencia de mayores en un ala del edificio, que es un elemento característico del perfil urbano, junto con la iglesia parroquial. Sin embargo, la falta de fondos mantiene el proyecto parado.