viernes, 1 de abril de 2016
EL DUCADO DE HIJAR . Autora : Clara Zamora Meca.
Circunscribir la historia a la pura cronología inevitablemente genera aridez. No hubo, ni hay, ni es posible que haya historiador tan impersonal que logre apartarse de las invencibles inclinaciones que conllevan las experiencias personales y las tendencias propias que emite cada espíritu. Pero hay que acatar este hecho ineludible teniendo presente lo que Helvecio aseveró respecto a la verosimilitud de toda certidumbre.
Trato aquí del origen y desarrollo de un capítulo de la nobleza española, de una parte del estamento privilegiado en uno de los antiguos reinos de la Corona de Aragón. Ese capítulo tiene ocho siglos de historia que, si se tiene en cuenta que la vida es el infinito, pues no es nada; pero, como es al mismo tiempo un círculo de acción limitada, pues ocho siglos es casi un milenio y así comenzamos a entender la importancia histórica de este linaje.
La casa nobiliaria de Híjar se remonta a la Edad Media, concretamente al siglo XIII. La localidad de Híjar (Ixar fue el nombre originario, de origen árabe) está situada en la margen derecha del río Martín, en la zona más próxima a Zaragoza de la tierra baja de Teruel. Tras la dominación musulmana fue reconquistada por los cristianos, por el señor de Belchite.
En 1200, Pedro II el Católico concedió a su madre, Sancha de Castilla, la propiedad del castillo y villa de Híjar como parte de sus bienes matrimoniales. Pasó luego la villa por diferentes manos hasta 1267 que Ximeno de Urrea, por un pleito, cedió la mitad de Híjar al rey Jaime I de Aragón «el Conquistador». Su hijo natural, Pedro Fernández de Híjar, destacó por su participación en importantes empresas militares, siendo así que su padre quiso recompensarlo por sus méritos con la concesión del señorío de Híjar en 1268, convirtiéndose en el I señor de la baronía de Híjar.
Pedro Fernández de Híjar casó con Marquesa Gil de Rada, hija natural de Teobaldo I de Navarra. Las armas heráldicas que utilizó —y que han identificado esta Casa hasta el día de hoy— hacen alusión a esta unión de las dos casas reales, de manera que el escudo cuartelado tiene el primero y el postrero en oro con las cuatro barras de gules de Aragón (motivo regio por Jaime I de Aragón, su padre) y el segundo y el tercero de gules con las cadenas de Navarra (motivo regio por Teobaldo I de Navarra, su suegro) con una esmeralda en medio. A su muerte, le sucedió su hijo Pedro Fernández de Híjar y Gil, II señor de la baronía de Híjar, quien fue nieto de reyes por ambas ramas familiares.
La conversión de señorío en ducado tuvo lugar en la segunda mitad del siglo XV. Fue un título nobiliario creado por Fernando el Católico el 16 de abril de 1483 para Juan Fernández de Híjar y Cabrera, VII señor de la baronía de Híjar. El monarca le otorgó el título de duque de Híjar, de Aliaga y conde de Castellote, tras las dificultades que tuvo al apoyar al príncipe de Viana y obtener después el perdón del rey Juan II de Castilla, cediendo además Fernández de Híjar sus posesiones a la Orden de San Juan. Su sucesor, Luis Fernández de Híjar y Beaumont, obtuvo de manos del mismo Rey, además, el título de conde de Belchite y el de duque de Lécera.
En tiempos de Juan Francisco Fernández de Híjar y Fernández de Heredia (1552-1614), esta casa recibió el título de Grande de España para las tres elevaciones a dignidad ducal que habían obtenido sus antepasados, es decir, Lécera, Aliaga e Híjar. Con la progresiva multiplicación de los títulos nobiliarios, los linajes más distinguidos aspiraron a lograr esta Grandeza, que suponía el rango más elevado, pues era un honor exclusivo para descendientes de miembros con sangre real. Asimismo, Felipe IV le concedió al ducado grandes privilegios y Felipe V le asignó en 1708 los títulos de Muy Noble y Muy Leal.
La importancia de esta casa nobiliaria se demuestra porque, a lo largo de la historia, muchos de los acontecimientos que sucedieron en España se vieron reflejados en ella, siendo así que, paulatinamente, se fue convirtiendo en una de las principales de Aragón. Es singular, incluso, su aparición en nuestra literatura más insigne, pues es conocida la adjudicación que se hizo a los duques de Híjar durante algún tiempo de ser los verdaderos anfitriones de don Quijote y Sancho en sus aventuras palaciegas de la segunda parte (aunque ahora se prefiere a los duques de Villahermosa). Durante el período romántico, fue el duque de Híjar, José Rafael Fadrique de Silva Fernández de Híjar y Rebolledo de Palafox, quien dirigió nuestra pinacoteca nacional, el Museo del Prado, sucediendo a su tío, el marqués de Ariza, como director gubernativo y económico de la institución.
Entroncando directamente con la Monarquía, este señorío (luego con rango de ducado) ha tenido, a lo largo de toda su historia, una relación con la corona estrecha y permanente. Así es como el título nobiliario de Híjar se ha ido transmitiendo durante veintisiete generaciones hasta 1957, cuando recayó en Cayetana Fitz-James Stuart y Silva (Madrid, 1926 – Sevilla, 2014), más conocida por el título de duquesa de Alba y, actualmente, en su hijo Alfonso Martínez de Irujo y Fitz-James Stuart, siendo éste, desde el año 2013, el décimo octavo y actual titular de uno de los linajes más antiguos e importantes de nuestro país.
Autora : Clara Zamora Meca.
ABC , 26 de Marzo de 2016.
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